18 Feb Rayos X: Magia, ciencia y arte
La técnica para ver a través de superficies y cuerpos surgió a fines del siglo XIX. Se la creyó sobrenatural y hoy es usada hasta por artistas.
Hace 97 años, el 10 de febrero de 1923, moría Wilhelm Conrad Röntgen, conocido por haber descubierto y desarrollado lo que hoy llamamos Rayos-X. Había conseguido desarrollar una técnica para ver a través de superficies opacas que, además, permitía imprimir películas fotográficas de objetos invisibles al ojo humano. Técnicamente, un cuerpo sometido a una longitud de onda ente 10 y 0.01 nanómetros se vuelve “traslúcido”, de modo que se pueden ver los huesos y algunos otros elementos anatómicos. El experimento inaugural dio por resultado una placa en la que se veían los huesos de la mano de Mrs. Bertha Röntgen, la mujer de su inventor.
El primer manual sobre rayos X apareció en mayo de 1896 y en 1901 Wilhelm Rötgen recibió el premio Nobel por sus investigaciones sobre los rayos X y sus aplicaciones a la medicina. En la actualidad, los técnicos radiólogos se protegen con delantales plomados mientras producen cientos de placas radiográficas a diario. Es que para los pacientes, la toma se realiza en apenas unos segundos, pero los profesionales pasan demasiadas horas expuestos a esos rayos. Evidentemente, hay algo de estos que es nocivo para la salud. Aun así, el balance entre riesgo y beneficio sigue siendo positivo para el paciente y la práctica médica (en particular, la traumatológica). Pero hubo un tiempo en que todo era puro beneficio.
“Matar al muerto”
Hasta fines del siglo XIX, las escuelas de anatomía diseccionaban cuerpos muertos, estudiaban y describían las partes de cuerpos humanos y animales que ya no tenían vida. Se hacía en clases magistrales que se llevaban a cabo en teatros circulares con gradas para estudiantes. Desde allí, los aprendices observaban las tareas de disección, tomaban notas y hacían bosquejos. El descubrimiento de los rayos Röntgen fue el factor decisivo que hizo posible empezar a estudiar y enseñar la anatomía del cuerpo vivo. Esto permitía no solo estudiar los cuerpos sino también diagnosticar y tratar a enfermos vivos. Parecía ciencia ficción. Fue así que los muertos dejaron de ser los objetos imprescindibles para el estudio de la anatomía. Los rayos Röntgen “mataron a los muertos” con los que se practicaba la medicina el estudio anatómico.
Hasta fines del siglo XIX, las escuelas de anatomía diseccionaban cuerpos muertos, estudiaban y describían las partes de cuerpos humanos y animales que ya no tenían vida. Se hacía en clases magistrales que se llevaban a cabo en teatros circulares con gradas para estudiantes. Desde allí, los aprendices observaban las tareas de disección, tomaban notas y hacían bosquejos. El descubrimiento de los rayos Röntgen fue el factor decisivo que hizo posible empezar a estudiar y enseñar la anatomía del cuerpo vivo. Esto permitía no solo estudiar los cuerpos sino también diagnosticar y tratar a enfermos vivos. Parecía ciencia ficción. Fue así que los muertos dejaron de ser los objetos imprescindibles para el estudio de la anatomía. Los rayos Röntgen “mataron a los muertos” con los que se practicaba la medicina el estudio anatómico.
Espiritismo y ciencia: magia de los rayos X
A contrapelo de lo que se cree hoy desde el sentido común, el desarrollo de prácticas y métodos científicos no desterró los saberes supersticiosos y otras creencias místicas que se aplicaban al tratamiento de enfermedades. La tradición esotérica no quedó totalmente desacreditada durante la Ilustración: simplemente aceptó nuevas formas, y ha continuado haciéndolo desde entonces. Se reformularon las “analógicas técnico-espirituales”, como las llama la doctora en Letras, Soledad Quereilhac. En el prólogo del hoy clásico manual de Albert Allis Hopkins, Magic: Stage Illusions and Scientific Diversions, Including Trick Photography (1898), el escritor estadounidense y mago aficionado Henry Ridgely Evans proclamó que “la ciencia se ha mofado de la hechicería, la brujería y la necromancia” pero que los avances científicos no hacían más que confirmar que esas prácticas ancestrales podían someterse a los protocolos científicos modernos y salir airosas. Como señala la historiadora María Claudia Pantoja, los espiritistas encontraron en este nuevo instrumento una prueba irrefutable para demostrar, por un lado, que se debían reconocer las limitaciones de nuestros órganos sensitivos (sobre todo, la visión “al natural”), y, por otro, la existencia de fuerzas y energías invisibles. La visibilidad de lo invisible sirvió para reforzar la creencia de que los rayos X de Wilhelm Röntgen competían ahora con los más destacados médiums en el terreno de lo maravilloso.
En cierta manera, los rayos X reflotaron un debate que ya había suscitado la aparición del daguerrotipo y de la fotografía: ¿es que esas imágenes eran capaces de capturar el alma de los vivos? La cuestión sigue abierta: un especialista en electricidad, el ruso Seymon Kirlian, descubrió accidentalmente en 1939 que tanto una película en negativo sometida a altos voltajes electrónicos como una placa de vidrio o metal cubierta de una emulsión fotográfica expuesta a la luz, imprimen una imagen, así se trate de cuerpos orgánicos o inorgánicos. La particularidad de estas imágenes es que la electricidad produce una especie de aura en torno de la silueta del objeto fotografiado. Además de los usos médicos que se hicieron de las “kirlianografías”, se reactivó aquel debate: ¿esa aura era la expresión visible del alma o de fuezas internas?
Pronto, la posibilidad de mirar a través de los cuerpos opacos, sobre todo, a partir del cuerpo humano vivo, fue capitalizada por los ilusionistas, que emplearon creativamente los últimos descubrimientos científicos para montar espectáculos de magia.
El espectáculo de lo invisible
Algunos fotógrafos estuvieron activamente involucrados en la experimentación de la fotografía radiográfica, entre ellos, como menciona Pantoja, la famosa casa Witcomb. Gracias a este encuentro entre la fotografía y los rayos X, el invento Röntgen generó una entusiasta recepción social de este tipo de imágenes misteriosas. Me refiero, por ejemplo, a la proliferación de los espectáculos “radiográficos”.
En uno de sus libros de magia, Albert Allis Hopkins describe un truco realizado en un espectáculo, en el que un hombre con gafas brillantes que cena a solas es sumido de repente en la oscuridad, y, por tanto, “desaparece”, los espectadores ya no consiguen ver nada sobre el escenario. De repente, en la sala oscurecida, el hombre reaparece, aunque con un aspecto bastante diferente: sentado a la mesa, ahora hay un esqueleto brillante con los mismos anteojos del caballero que habían visto apenas unos segundos antes. Se trataba de una imagen producida de un generador de rayos X oculto, presentada como ilusoria y mágica.
Exactamente en la misma época, en la Argentina la figura del reconocido doctor Alejandro Posadas experimentaba con los rayos X tanto en el ámbito de la ciencia como en el del espectáculo. En 1899, realizó un viaje a Estados Unidos y de allí importó el primer aparato de rayos X, que se instalaría en el Hospital de Clínicas. Al mismo tiempo incursionó en el terrreno de la fotografía e incluso, en el de la cinematografía. Ese mismo año, produjo la primera película “científica” en la Argentina: fue el registro fílmico de una operación quirúrgica en la que se experimentaba la aplicación de anestesia llevada a cabo por el propio Dr. Posadas a uno de sus practicante, Rodolfo S. Roccatagliata. Era un experimento de vanguardia: tengamos en cuenta que hacía apenas cuatro años, en 1895, que los hermanos Auguste y Louis Lumière habían presentado en sociedad la invención del cinematógrafo. El historiador de la medicina Adolfo Venturini nos cuenta que la cinta fue filmada por camarógrafo francés Eugène Py (a la sazón, jefe de laboratorio de la casa de fotografía fundada y dirigida por el belga Henry Lépage), y que la copia en 35 mm realizada en soporte nitrato (que hoy se conserva en la Fundación Cinemateca Argentina) dura tres minutos y cuarenta segundos.
Así como ocurría en aquellos tempranos tiempos experimentales de magia e ilusionismo, hoy en día, los rayos X tampoco están recluidos a la práctica hospitalaria. Siguen siendo utilizados creativamente, por ejemplo para producir obras artísticas. El artista británico Nick Vasey produjo una placa radiográfica en la que se ve un hombre con una cámara fotográfica. Como él mismo explica, gran parte de su obra trata de trascender lo visible en un mundo dominado por la imagen. En este caso, una radiografía no solo revela estructuras esquelética, de un hombre munido de un aparato fotográfico sino que juega el contrapunto entre los dos tipos de fotos: la cámara fotográfica con la que sólo se puede capturar objetos visibles y la placa radiográfica que se adentra en lo no visible. Esto, de alguna manera, resume una versión actualizada de la paradoja de las tensiones entre lo visible y lo invisible, entre el arte y la ciencia, que atravesaron y siguen atravesando la fascinante historia de los rayos X.
Carla Lois es geógrafa, doctora en Historia y autora de Terrae incognitae (Eudeba)
Fuente> 12/02/2020 – 18:01 Clarín.com Revista Ñ