Antonio Pujía. Cuando el universo conspira.

Hay una frase que reza “si estas convencido del algo…, el mundo entero conspira para que lo logres”.  Días atrás tuve el privilegio de confirmarlo con una historia de vida apasionante donde  un gran artista no solo nos abrió su taller sino también su alma.

Antonio Pujía es uno de los artistas escultores Argentinos más importantes de la escena nacional y con una fuerte presencia Internacional, sus premios y trayectoria superan ampliamente a muchos de sus contemporáneos, solo por mencionar algunos él ganó el 1° premio del Salón Nacional de Artes Plásticas del año 1959; 1° premio Salón SAAP de 1962; Fondo Nacional de las Artes Premio Palanza 1964; Fundación Konex 1982 entre otras grandes distinciones. He aquí su lección de vida.

Vive en el Barrio de flores desde hace muchos años, tiene dos hijos, tres nietos y una esposa que lo acompaña desde hace más de 40 años.

Se autodenomina un “ArgenTano”, por su  origen Italiano y su corazón Argentino, fue discípulo del maestro de la escultura Troiano Troiani entre otros grandes de la escena nacional, tuvo su revelación por el arte desde niño y esa convicción sobre lo que quería hacer lo acompaño toda su vida, hoy con 86 años es una persona amplia, bondadosa, carismática y que además tiene un humor brillante que da ganas de escucharla por horas.

Su padre se conformaba con que fuera empleado, cuenta que un día domingo su padre lo sentó con tan solo 12 años y le dijo “sácate de la cabeza lo de bellas artes” “eso no es para nosotros”, “en las artes hay gente bien, aunque también hay borrachines, morfinomanes y hay putis!”, su madre en cambio con la sensibilidad que solo quien nos dio la vida puede tener supo desde siempre que Antonio tenía ese lado creativo, que no era un capricho. Oriundos de Polía (situado en los Apeninos calabros, Italia) emigraron a Argentina cuando Antonio solo tenía 8 años, este desarraigo temprano hizo que mantuviera casi toda su vida el deseo compartir su estadía entre Italia y Argentina pero no resultó. Al consultarle el porqué nos cuenta que  “extrañaba mucho mi lugar…, aquí tengo mis afectos”.

Es un hombre muy intuitivo y se apoya en su instinto para tomar decisiones, debido a sus éxitos podemos confirmar que ha sido la filosofía correcta.

Ante la postura de su padre, decidió comenzar a trabajar y juntar dinero para luego a los 15 años comenzar en Bellas Artes, estaba decidido a que ese sería su camino. Encontró trabajo en un taller de cerámica, en ese momento ya estaba ingresado en la escuela Belgrano, cobraba muy poco y se lo daba todo a su madre. Este es sin duda su primer suceso coincidente con sus sueños.

Cuando trabajaba en un taller de escultura decorativa, el maestro escultor Italiano Troiano Troiani lo llevo para su taller. Le preguntó cuánto cobraba y si le  gustaría trabajar con él, tres minutos después había aceptado la propuesta y con adicional de salario! unos  230 pesos mensuales, llegar a ganar más que su papa a tan corta edad y siendo artista era más que un privilegio.

Vendió su primera obra en el Teatro del Pueblo Leónidas Barletta allá por los años 50. Diomede fue el comprador, hasta eso fue un privilegio en su vida.

Con el paso de los años llegó a trabajar con Rogelio Yrurtia, Alfredo Bigatti, Nicasio Fernández Mar, Antonio Rossetti que forjaron su condición de eximio escultor, desde 1944 a 1954 que se graduó de la Carcova  trabajó mucho con estos maestros, al punto que respecto de lo que ganaba vs. su corta edad hacía desconfiar a su mamá. Convencido de ser artista, trabajo con ellos, se nutrió de sus experiencias, la plasmó en sus obras y permanentemente  es reflejado en cada una de sus palabras la enorme gratitud que les tiene.

El golpe de estado de 1955 hizo que repusieran a Emilio Basaldúa como director artístico del Teatro Colón quien había sido dejado cesante durante el peronismo por no estar afiliado al partido. Basaldúa fue formado nada menos que por Pío Colivadino. Tuvo la idea de crear el primer  taller de escultura en el Teatro Colón para hacer las escenografías.

Cuenta Pujía que tuvo oportunidad dominar la técnica de cartapesta y que esto ayudó mucho a su “calificación” para ser considerado para el llamado a concurso para trabajar en el Teatro Colón. Un amigo le dice a José Fioravanti que era su maestro y jefe sobre el concurso y este pensó en Antonio  y le sugirió hacerlo con apenas 24 años de edad y recién graduado. Antonio inicialmente desestimó la sugerencia ya que lo consideraba una “pérdida de tiempo” . Luego de unas horas su maestro vuelve sobre el tema y como un padre aleccionando a su hijo le dice… “te voy a hacer una crítica sobre lo que hablamos hace un rato, no me gustó que consideres una pérdida de tiempo presentarte, eso no es una buena política para un joven como vos, recién estas empezando y es más importante participar que pensar en ser el primero” Eso lo emocionó mucho y terminaron esa charla en un fuerte abrazo. “A él le debo haber entrado en el colon” sentencia Antonio.

“Gracias a él hubo un antes y un después en el Teatro Colón”

El concurso tenía entre otros requisitos la condición sine qua non de tener taller propio, fueron 3 personas como jurado a ver su producción, Emilio Basaldúa y otros dos más.  El preparó su taller con la gran cantidad de piezas que hizo en la Cárcova, preparo “el escenario” ya que en paralelo el estaba trabajando sobre encargos comerciales para las famosas tiendas Etam, por primera vez aparecían las medias de nylon y para su presentación se le había encargado una escenografía para que parezca una pierna real de una mujer tipo hiperrealista. Él escondió esa obra porque era un trabajo comercial!!

Su jurado lo examinó y realizó un exhaustivo interrogatorio sobre su vida y obra y luego el maestro Basaldúa le pregunta por ese trabajo.., el trabajo escondido; al contarle de que se trataba obtuvo su inmediata empatía.

A los días llegó a la entrevista pautada con el maestro, se sentó a su lado y le dijo “debo decirle que los tres miembros del jurado hemos decidido que sea usted el primer escultor que tiene el teatro Colón, empieza mañana”. Sin duda el mundo entero estaba conspirando a su favor.

El taller de escultura escenográfica estaba a 10-12 metros de donde ensayaba el cuerpo de baile, toda esa convivencia motivó su gran producción de trabajos sobre bailarines y ballet. Trabajó desde el año 1956 hasta el 70 donde tuvo una encrucijada en su vida entre decidir si continuaba su carrera en el teatro y se jubilaba como un funcionario municipal o quería ser un artista libre. A esta altura de la nota… ¿Qué piensan que hizo Pujía?

Financió su primera exposición en la galería Witcomb con sus propios ahorros. Con la ayuda de otro “ser providencial” en su vida fue un psicoanalista que lo ayudo en un momento muy importante de su vida. Lo ayudó a ver las cosas de otra manera y vencer sus miedos. Acababa de recibir el premio Palanza y se sentía abrumado todo iba muy rápido ante este escenario el Dr. Fontana le dijo “Exponga solo de una vez por todas”.

En Witcomb le ofrecieron hacer una muestra, poniendo inmediatamente una fecha para él!, en su muestra conoció a un Magnate llamado Samuel Malá, fundador de la galería ArtGallery, quien sería su futuro gran Mecenas.

En cuando a su producción, hasta el 70 realizaba niños, bailarinas, homenajes al cuerpo de baile. Entrada la década comienza su serie inspirado en Diafra, en simultáneo con su “siamés” Carlos Alonso.  Art Gallery fue un antes y un después en su posición del mercado y fue la primera galería de escultura del país. En esos tiempos realizó tres series, Diafra, Dictadura, Martin Fierro, después de la dictadura comienza una serie de desnudos, los besos, y series más espirituales cambiando y dejando atrás tanto horror. El nunca tuvo que pensar en el mercado al momento de producir y ambos pudieron consolidarse económicamente en este período. Eso sin lugar a dudas condicionó positivamente su desarrollo profesional y posicionamiento en la historia del arte Argentino.

El amor y la creación empujan desde adentro hacia afuera, la producción es eso, seguir las tentaciones, lo emocional y también lo racional para crear obras más conceptuales.  Tuvo un sueño trunco que fue de hacer un taller de técnica mixta en escultura, crear una escuela. Las mezquindades de mucha gente hicieron imposible su concreción a pesar de sus esfuerzos.

Hoy es un hombre pleno, feliz de trabajar en su taller, ser responsable de sus ventas y tener el apoyo de su familia que son celosos guardianes de tremenda producción. Su historia de vida es inspiradora, es una demostración empírica de la teoría que cuando “uno está convencido de algo el mundo entero conspira para que lo logres”. Para ello hay que tener decisión, elegir caminos de incertidumbre y sobreponerse a los fracasos, cuando la meta está clara pasa lo que tenga que pasar para lograrlo. Gracias Antonio por compartirnos esta hermosa historia!

PERITAJE: Pocas veces sucede que a un artista se lo falsifique mientras está produciendo activamente, cada reproducción apócrifa, va reduciendo su tamaño, se reduce en un 5%, siendo este uno de los principales herramientas para un perito en el futuro, conocer sus obras, sus decisiones estéticas y donde fundió sus obras ayudará a limitar la aparición en el mercado de falsas obras de Pujía. Ya tuvo muchos acercamientos de “galeristas” famosos que han querido comprar “sus derechos de autor”, como esto no es posible, el maestro ofreció venderle la cantidad de copias que quiera pero no era el negocio que este galerista buscaba, así y todo hay algunas falsificaciones dando vuelta en el mercado.

El maestro ha fundido la mayoría de sus piezas con dos casas fundidoras. Las piezas de pequeño formato las funde habitualmente con Farina, y las más grandes con Buchas.

Escrito respetuosamente por

Lic. Gustavo Perino

Fundador GIVOA